Ha sido una salida redonda y no solo por la circularidad de la ruta. El día magnífico para andar; el otoño: oro, verde y rojo dando sus últimos coletazos y una muy bien pensada ruta en la que el guía dejó que nos fuésemos adentrando, de sorpresa en sorpresa, en los farallones de piedra que recorren Los Zumaques.
Al principio, la Cruz del Rayo y las ermitas de Verónica y Fátima; después el venero de San Marcos y el Callejón de Cortés con el que penetramos en el Bomarzo particular del escultor jienense Vicente Moreno.
En las terrazas de los Tajos de San Marcos, el artista ha trabajado la piedra recreando sus recuerdos y la historia de las gentes que allí habitaron. Vamos encontrando las figuras entre zumaques, y acebuches... brotan del suelo o nos miran desde las paredes de roca. El lugar, por el que se pasea libremente, tiene un halo de irrealidad que se hará más profundo en el futuro, cuando el musgo y las raices se adueñen de la piedra.
Cuando llegamos a los miradores de los Tajos de Charilla nos encontramos con un paisaje caótico de paredes verticales y piedras desgajadas entre los rojos del bosque de zumaques. Pero todavía nos quedan Los Llanos... es difícil caminar por ellos sin preguntarte de dónde ha salido tanta piedra: dicen que fueron los pastores los que intentaron durante siglos mejorar los pastos, construir empalizadas y protegerse de las inclemencias del tiempo dentro de los chozos levantados con ellas.
De vuelta al periurbano de Alcalá, la fortaleza de La Mota centra nuestras miradas mientras descendemos.
Nos queda el ratico final, todos juntos frente a una birra y un jugoso secreto.
En la próxima invitamos los pensionistas 😜
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Al principio, la Cruz del Rayo y las ermitas de Verónica y Fátima; después el venero de San Marcos y el Callejón de Cortés con el que penetramos en el Bomarzo particular del escultor jienense Vicente Moreno.
En las terrazas de los Tajos de San Marcos, el artista ha trabajado la piedra recreando sus recuerdos y la historia de las gentes que allí habitaron. Vamos encontrando las figuras entre zumaques, y acebuches... brotan del suelo o nos miran desde las paredes de roca. El lugar, por el que se pasea libremente, tiene un halo de irrealidad que se hará más profundo en el futuro, cuando el musgo y las raices se adueñen de la piedra.
Cuando llegamos a los miradores de los Tajos de Charilla nos encontramos con un paisaje caótico de paredes verticales y piedras desgajadas entre los rojos del bosque de zumaques. Pero todavía nos quedan Los Llanos... es difícil caminar por ellos sin preguntarte de dónde ha salido tanta piedra: dicen que fueron los pastores los que intentaron durante siglos mejorar los pastos, construir empalizadas y protegerse de las inclemencias del tiempo dentro de los chozos levantados con ellas.
De vuelta al periurbano de Alcalá, la fortaleza de La Mota centra nuestras miradas mientras descendemos.
Nos queda el ratico final, todos juntos frente a una birra y un jugoso secreto.
En la próxima invitamos los pensionistas 😜
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