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Subir, llegar, bajar: el Almirez y los mojones de la Cuerda de Mediodía

El palizón de ayer subiendo el Pico del Almirez solo se puede explicar por ese masoquismo que genera la montaña: cuanto más se la sufre, más se la desea.


Un puñado de sexagenarios, algunos septuagenarios, y media docena de jóvenes -¡benditos sean!-, ascendíamos desde la fuente El Rosal hasta el pico de la Cumbre y, después, hasta el Almirez, en medio de toda la austeridad y desolación que la sequía ha regalado a nuestra sierra. Pizarra y farallones de piedra, un deslumbrante cielo azul y lejanía con cualquier otro elemento vivo. En las planicies de arriba todo esta agotado. Caminamos entre agracejos secos, piornales exhaustos y siemprevivas enanas... solo las cabras siguen activas por las laderas.
Aristeando por la cuerda norte de Sierra Nevada, desde Fiñana a Huéneja, vamos de un mojón a otro (¿cuántas cimas hay en este trecho?) durante 5 kilómetros hasta que el guía encuentra un canal de bajada aceptable. El descenso hasta el refugio del Doctor -monte a través, tierra rota y pedregales, y con 350 metros de desnivel en un kilómetro- no puede ser más entretenido (solo el Alzheimer me hará repetirlo de nuevo 😅).

A las 17:30 llegábamos al punto de partida; allí nos esperaba el picnic, bien ganado esta vez... ¡lo que hay que hacer para tomarse una birra!
Anochece en buena compañía y en la fuente se nos olvidan las penalidades de la ruta.

Deseando volver a subir.


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