Que la vida no es una competición, eso lo hemos aprendido poco a poco; que lo excitante es no saber lo que te vas a encontrar en la siguiente curva del camino; que las montañas están ahí, protegiéndote, cuando levantas la cabeza del sendero; que no siempre hace falta llegar a la cima; que por fin -con el cansancio y las risas de los compañeros- llega el olvido de las ansiosas trivialidades que te joden la vida...
En la ruta de ayer solo sufrieron -si acaso- las rodillas. Un recorrido cuesta abajo pensado para pasar un rato agradable: los primeros metros positivos de la Ragua al Collado del Morrón de Cabañuelas, el idílico refugio de las Chorreras, descender por el bosque cerrado oyendo solamente el crujido de tus pasos en la pinaza, atravesar menguados arroyos y llegar, por fín, a un claro en lo alto de la quebrada ladera y -entre moles de rocas desiguales- descubrir esa magnífica vista de las nortes de Sierra Nevada con Aldeire al sur.
Bajando -siempre bajando- por el cortafuegos de los Corrales de Soleta hasta que llega un momento en el que los dos arroyos, el de los Recodos y el de los Pasillos, se juntan y dan lugar a esa mágica zona que es el Horcajo. Después, el camino por una vereda gozosa en la que hemos ido vadeando el Río Benejar -secuoyas, cascadas, castaños centenarios y ¡un puente colgante!- sin apenas darnos cuenta de que descendíamos.
Se nos hizo corta la ruta hasta Aldeire, tan corta como largos nos parecieron los cuatro kilómetros (¡cómo se recorta entre almendros el castillo de la Calahorra!) hasta las birras y el choto de La Bella: final felíz para un placentero descenso.
En la ruta de ayer solo sufrieron -si acaso- las rodillas. Un recorrido cuesta abajo pensado para pasar un rato agradable: los primeros metros positivos de la Ragua al Collado del Morrón de Cabañuelas, el idílico refugio de las Chorreras, descender por el bosque cerrado oyendo solamente el crujido de tus pasos en la pinaza, atravesar menguados arroyos y llegar, por fín, a un claro en lo alto de la quebrada ladera y -entre moles de rocas desiguales- descubrir esa magnífica vista de las nortes de Sierra Nevada con Aldeire al sur.
Bajando -siempre bajando- por el cortafuegos de los Corrales de Soleta hasta que llega un momento en el que los dos arroyos, el de los Recodos y el de los Pasillos, se juntan y dan lugar a esa mágica zona que es el Horcajo. Después, el camino por una vereda gozosa en la que hemos ido vadeando el Río Benejar -secuoyas, cascadas, castaños centenarios y ¡un puente colgante!- sin apenas darnos cuenta de que descendíamos.
Se nos hizo corta la ruta hasta Aldeire, tan corta como largos nos parecieron los cuatro kilómetros (¡cómo se recorta entre almendros el castillo de la Calahorra!) hasta las birras y el choto de La Bella: final felíz para un placentero descenso.
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(Fotos de los integrantes del grupo)
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