El Cabo sigue igual que siempre: las mejores playas de Europa que todavía conservan en invierno la ferocidad del resplandor de sus arenas y su cielo. Las adelfas delatan el viejo cauce de un río, las faldas de las montañas se encuentran salpicadas de cortijos blancos con palmeras que llegan hasta el mar; y su soledad... bendita soledad interrumpida por nuestro numeroso grupo, aunque -todo hay que decirlo- no hayamos dejado mas rastro que el de nuestras pisadas.
De la blancura de Las Negras al fortín de San Ramón junto al Playazo... esa orilla joven y ensoñadora de la que todos hemos disfrutado alguna vez. Después, la bajada del Barranco del Bergantín, anticipo del desierto en que se convertirá la zona prelitoral del Cabo de Gata, todavía con su culto al agua dulce: norias, aljibes y acequias que poco a poco se van desecando por la temible conjura del clima y los plásticos de Almería.
Bendita sea también la hora en que se decidió declarar parque natural a esta esquina de la península que ahora estaría invadida de invernaderos, campos de golf y cemento...
Y que decir del Barranco Negro con su escondida cala; y de la Isleta que ahí resiste los embites urbaniansiosos con el mar siempre recomenzando.
Llegamos por fín al autobús, acalorados y hambrientos, pero allí estaban repartiendo cervezas fresquitas y queso y salchichón y y empanada... y hasta nos dieron café. Bien por nuestros benefactores socios.
En esta ruta todos salimos y todos llegamos, algunos más rápido (incluso en coche! 😅) y otros más despacio, que estas salidas no son pruebas de resistencia...
La próxima en las orillas del Negratín.
De la blancura de Las Negras al fortín de San Ramón junto al Playazo... esa orilla joven y ensoñadora de la que todos hemos disfrutado alguna vez. Después, la bajada del Barranco del Bergantín, anticipo del desierto en que se convertirá la zona prelitoral del Cabo de Gata, todavía con su culto al agua dulce: norias, aljibes y acequias que poco a poco se van desecando por la temible conjura del clima y los plásticos de Almería.
Bendita sea también la hora en que se decidió declarar parque natural a esta esquina de la península que ahora estaría invadida de invernaderos, campos de golf y cemento...
Y que decir del Barranco Negro con su escondida cala; y de la Isleta que ahí resiste los embites urbaniansiosos con el mar siempre recomenzando.
Llegamos por fín al autobús, acalorados y hambrientos, pero allí estaban repartiendo cervezas fresquitas y queso y salchichón y y empanada... y hasta nos dieron café. Bien por nuestros benefactores socios.
En esta ruta todos salimos y todos llegamos, algunos más rápido (incluso en coche! 😅) y otros más despacio, que estas salidas no son pruebas de resistencia...
La próxima en las orillas del Negratín.
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(Fotos de los integrantes del grupo)
Buen resumen de la ruta y magníficas fotos 👏👏👏
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