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Socios de nuestro club hacen cumbre en el "rey" de los Pirineos: el Aneto

Loli Sierra Contreras


21 de junio de 2025
Ascenso al Aneto por la Vertiente Norte.
Club de Montaña Barranco Alcázar



“Subir o no subir para arriba en un relámpago para hacer un picacho”... este pensamiento no era algo que se pudiera tomar a la ligera. Pero, una vez más, ocurrió: la llamada de la montaña. Nueve horas de ida, otras nueve de vuelta, y una jornada agotadora de ascenso y descenso a una de las míticas cumbres del Pirineo: el Aneto (3.404 m).
Cada ascensión tiene su propia anécdota, algo que la distingue de las demás. En esta ocasión, fue el móvil del compañero y la solidaridad de quien lo encontró. Aún existen Buenas Personas, con mayúsculas. Pero contemos esta historia desde el principio. Para quien quiera conocerla… o, quién sabe, quizá animarse a vivir algo parecido.




Muy de madrugada, dejamos atrás el pueblo de Benasque en coche particular y continuamos por la carretera en dirección a los Llanos del Hospital para tomar el autobús que sale a las 5:00 hacia La Besurta (1.900 m). Desde allí, con los frontales encendidos, comenzamos la marcha a pie por una senda entre bosques de pino negro, enebro rastrero y rododendro, adentrándonos en el valle mientras ascendemos poco a poco. En aproximadamente una hora llegamos al Refugio de la Renclusa. Parece que el día va a acompañar, pensamos, mientras el cielo se abre dejándonos ver el Posets al oeste.




Iniciamos la marcha, dejando atrás el refugio, en dirección suroeste. Empezamos a subir, guiados por los mojones que marcan el camino entre pedreras de granito, allí donde sobreviven matorrales enanos y plantas almohadilladas que conforman el piso alpino. Cuando alzamos la vista, siempre queda mucho por subir... pero pronto el suelo cambia y comenzamos a pisar nieve. Entonces es cuando damos un giro brusco de 90 grados a nuestra izquierda, en busca del Portillón Superior (2.890 m). Sin apenas darnos cuenta, aparece ante nosotros una pequeña aguja y una gran brecha entre las rocas: estamos frente a él. Nos detenemos en seco impactados la inmensidad del entorno y el gran manto blanco del glaciar que lo flanquea.



Comienza así la marcha por el glaciar del Aneto. Seguimos la línea marcada por las primeras pisadas de los montañeros y, aunque la pendiente es moderada, son más de dos horas cruzandolo con atención constante. La altitud empieza a hacerse notar: la respiración se vuelve más rápida por la pendiente profunda y lenta.

Al cabo de dos horas llegamos al Collado de Coronas (3208 m), dónde dejamos crampones y los demás enseres. Por fin, ante nosotros, a tan solo 40 metros se alza el “Rey del Pirineo”. Pero entre él y nosotros se interpone su temido “Paso de Mahoma”: una cresta estrecha con caída a ambos lados que impresiona a más de uno. Lo cruzamos con decisión, tranquilidad y cuidándonos los unos a los otros.

Su nombre proviene de una creencia islámica que dice: "Nadie puede cruzar al paraíso sin pasar por un puente estrecho como el filo de una navaja." Es indescriptible la adrenalina que se siente al cruzarlo.



La cumbre volvió a sorprendernos, ofreciéndonos unas vistas espectaculares de los Pirineos. Tuvimos la suerte de contar con un día claro, lo que permitió que nuestra mirada se perdiera en un cielo infinito recortado de picos y valles. El más veterano del grupo no dudó en señalar el Pico de la Maladeta (3.308 m.), el Maldito (3.350 m.), la Punta Astorga (3.355 m.) y el sinfín de cimas que conforman este impresionante macizo.

No todo el mundo puede decir que le han cantado el “Cumpleaños Feliz” en la cima del Aneto, y mucho menos que el tiempo haya acompañado durante la ascensión. Nosotros tuvimos la suerte de disfrutar de ambas cosas.



El descenso, despacio y con buena letra -no nos fuéramos a estampar tras la gran hazaña- remató la extenuante actividad del día. Hay que decir que no faltaron los resbalones en la bajada, ya sin crampones por la nieve que comenzaba a aguarse. Llegamos a la Renclusa satisfechos, todos los huesos en su sitio y presumiendo de proeza: los que veníamos de más lejos eramos los de Graná. Y ahí es ná 😁.


Comentarios

  1. Una crónica muy acertada y real

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    Respuestas
    1. Una suerte tener en el club a esta esforzada montañera y buena reportera a la vez

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